martes, 19 de mayo de 2009

“Prefiero que me respeten a que me quieran”


Cecilia Orozco Tascón,

Entrevista a Germán Navas Talero,

El Espectador, Bogotá, mayo 17 de 2009
Apenas empezaba enero de este año. Los magistrados de la Corte Suprema estaban desempolvando sus escritorios cuando les llegó tremendo caso: el representante Germán Navas Talero, del Polo Democrático, conocido por sus superestrictas posiciones jurídicas y políticas, interpuso denuncia penal por prevaricato contra alrededor de 85 de sus colegas de la Cámara. Eran todos lo que habían votado a favor de la realización de un referendo para que el presidente Uribe pudiera reelegirse por segunda vez.
Casi simultáneamente, Navas Talero, abogado penalista de los incisivos, formuló otra denuncia, esta vez ante la Fiscalía, contra el comité promotor de dicho referendo y contra Luis Guillermo Giraldo, líder de ese comité. Hasta ahí, uno podría pensar que es la actividad corriente de un opositor de la actual administración. Sin embargo, Navas Talero no es un congresista cualquiera. Ha tenido contra las cuerdas judiciales al gobierno desde que éste se hizo reelegir la primera vez: él también fue quien denunció, de inmediato, por cohecho a Yidis Medina y a Teodolindo Avendaño cuando Yidis cambió ostensiblemente su opinión contra la reelección y votó a favor, en 2004, y Teodolindo argumentó problemas de salud de su hijo, para poderse ausentar durante la votación. Al principio, los uribistas lograron impedir que la Corte y la Procuraduría encontraran indicios de la comisión del delito y cerraron temporalmente el asunto. Pero, tiempo después, Yidis confesó. Quedó en evidencia, entonces, que Navas Talero tenía razón.
Ahora este díscolo Representante que no se queda callado ni siquiera frente a las fallas que comete el Polo, está a la espera de lo que suceda en los dos procesos pendientes por el actual intento de reelección y encima, atiende otra demanda que interpuso en la Suprema contra el procurador Alejandro Ordóñez. Navas no sabe qué evolución ha tenido este caso pero El Espectador lo averiguó. En esta entrevista, el Representante habla sobre su incansable batalla jurídica contra los presuntos imbatibles de la política colombiana.
Cecilia Orozco Tascón.- Usted denunció por prevaricato a 85 representantes que votaron a favor del referendo reeleccionista el año pasado ¿Ha avanzado ese proceso en la Corte?
Representante Germán Navas Talero.- La Corte pidió certificación sobre la calidad de aforados de los denunciados; sé que ha pedido copia de las actas de la sesión en que se aprobó el proyecto de referendo y copia de unos casetes pero no me he enterado de nada más porque no tengo autorización para acceder al proceso.
C.O.T.- ¿No fue un poco excesiva la denuncia contra casi todos sus colegas?
G.N.T.-Quiero precisar que formulé esta denuncia en cumplimiento de mi deber. Como yo estaba absolutamente convencido - y sigo estándolo - de que la Cámara no tenía vocación para legislar en ese momento, debido a que la Registraduría no había concluido el proceso de revisión que le compete - y esta entidad es la que habilita a la Cámara para entrar a legislar -, mi denuncia era pertinente. Es más: se lo había advertido al presidente de la Cámara diciéndole que no citara esa sesión por cuanto no éramos competentes. Sin embargo, las mayorías decidieron imponerse. Hice una disertación, les expliqué el error que iban a cometer. Así que actuaron a ciencia y conciencia para cumplir el mandato del Presidente de la República y sus ministros, que los empujaban el día de la votación como si fueran carneritos, para que votaran como ellos querían.
C.O.T.- ¿Quiénes ‘empujaban’ a los Representantes? ¿Valencia Cossio?
G.N.T.- ¡Pues claro! También vimos al ministro de Seguridad Social quien seguramente solo estaba esperando que alguien se enfermara. Y cuando apareció la directora del ICBF, busqué en el recinto para ver si había algún menor de edad, pero no encontré a ninguno. Además estaba una funcionaria cuyo nombre ha figurado en los otros procesos (por la yidispolítica). Se llama Claudia Salgado…
C.O.T.- ¿Se refiere a una asistente del Secretario General de la Presidencia, Bernardo Moreno?
G.N.T.- Exacto. Ella tiene su esquema de trabajo armado: llega, identifica a los parlamentarios con un papelito en el que tiene el nombre de todos, y va chequeando que el rebaño no se salga de redil. Dejé una constancia para protestar por esa interferencia que, en mi opinión, configura constreñimiento.
C.O.T.- ¿Por qué?
G.N.T.- Porque si yo me le acerco a usted antes de que vote y le hablo en mi calidad de enviado de la Casa de Nariño, el mensaje que le estoy mandando es que se porte bien y que si no lo hace, “las tiene”. Eso fue lo que le pasó, por ejemplo, al representante (Carlos Fernando) Motoa, quien se atrevió anunciar una proposición que no le gustó a Valencia Cossio. Éste se le acercó y lo regañó delante de los presentes, como quien regaña a un niño.
C.O.T.- ¿Sus argumentos jurídicos no se confunden con sus sentimientos políticos?
G.N.T.- Mire: en primer lugar, estoy seguro de que no falte en ningún momento a la verdad. En segundo lugar, mi posición jurídica se sustenta en que no se había terminado el procedimiento previo de revisión de la Registraduría y del Consejo Electoral. Por tanto, la Cámara no tenía aún vocación legislativa. Eso, a su vez, indica que no podíamos gozar de inmunidad porque lo que no es legal no puede producir inmunidad. En esa sesión, los parlamentarios estaban obrando por fuera del procedimiento. Otros sostienen que bastaba con que el Registrador avalara el número de las firmas. Sin embargo, cuando él estuvo en la Comisión Primera, fue claro en que el proceso de certificación no estaba completo.
C.O.T.- El Registrador le pasó la pelota al Consejo Electoral y éste se ha demorado en dar su dictamen ¿Cree que lo hace a propósito?
G.N.T.- Perdóneme la expresión pero veo al Consejo Electoral algo atortolado porque no llega a ninguna conclusión. No se le está pidiendo que sancione, pero sí podría haber advertido terminantemente que el proceso de certificación no ha concluido.

Lista de temas


Antonio Caballero,

Revista Semana, Bogotá, mayo 16 de 2009


LLevo dos días enteros escribiendo esta columna, y no consigo redondearla. Hay demasiados temas. Hago una lista.
1) Siguen los falsos positivos militares: los muertos disfrazados de guerrilleros. El Presidente dice que se exagera y se calumnia al respecto. Y lo dice con tranquila desfachatez porque sabe que muchos están de acuerdo con ellos, y los aplauden: este se ha convertido en un país de asesinos. Matar es útil. A los pobres (y de ahí viene el nombre atroz de ’desechables’ para los indigentes). Y a los ricos (quién les manda ser ricos). En El Tiempo dice el historiador Jorge Orlando Melo que "lo más escandaloso" del asunto militar es que "ni un solo oficial hiciera una sola denuncia a nombre del honor, la moral y la dignidad del Ejército". Es que no queda honor, ni moral, ni dignidad. Este es un país de asesinos. Del lado de la guerrilla las cosas son iguales.
2) Sigue el espionaje del DAS contra las Cortes y la oposición. El Presidente dice que es cosa de "ex funcionarios inescrupulosos" que con eso buscan "desacreditar al gobierno". Me acuerdo del difunto presidente Turbay, que decía en sus tiempos de las caballerizas de Usaquén que los torturados se autotorturaban para desprestigiar al gobierno. Y un chiste: el gobierno ofrece 200 millones de pesos a quien denuncie a los responsables. ¿Se los darán al funcionario de Contrainteligencia que acaba de señalar a los asesores de Palacio? ¿Me los darán a mí si digo que el responsable es el Presidente? No, no me los darán. Ya una vez me llevé un chasco cuando acusé en esta misma columna a los servicios secretos del Ejército del asesinato de Manuel Cepeda. Eran ellos, sí. Pero no me dieron la recompensa. Tuve que irme un tiempo del país.
3) Están locos. El amor al poder los ha vuelto locos. El Presidente: esos ojos huidizos, esos dientes inferiores desnudados de cólera. El ministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga, desencajado de rabia en el Congreso. El asesor José Obdulio Gaviria pensando siempre en términos de guerras medioevales como en un juego de Nintendo: mariscales de campo, coroneles de la caballería pesada. El poder enloquece, desde Calígula hasta Carlos Menem.
4) Son corruptos. Todos los son, todos lo han sido. Hace un mes escribí aquí que la corrupción se ha vuelto asunto de clima, y que la respiramos como el aire envenenado que nos brindan en Bogotá los buses por cuenta del combustible que fabrica Ecopetrol. Turbay otra vez: las "justas proporciones" de la corrupción. Defienden a los hijos del Presidente con el argumento de que medrar a la sombra del poder es "legal". Y, además, "muy nuestro". Un país de avivatos. Los hijos del Presidente dicen que están "haciendo patria" con sus zonas francas, y que la carretera no la planearon ellos. Cuando el problema consiste en que se creen zonas francas y las carreteras planeadas desde siempre no se hagan sino cuando aparece por ahí la finca de alguien que mande. Así hizo un Virrey el puente del Común, hace trescientos años. Así llevó hace cien el presidente Rafael Reyes la carretera Central del Norte hasta su pueblo de Santa Rosa de Viterbo. Y Ernesto Samper, cuando vivía en Hatogrande, la ensanchó hasta Hatogrande. Hace un par de años hubo una denuncia sobre un nuevo puente en Montería que favorece el ’Ubérrimo’ del presidente Uribe. De las murallas de Cartagena se cuenta que no molestaron mucho a los piratas, pero en cambio enriquecieron a los contratistas: el Rey de España se asomaba al balcón de su palacio en Madrid para admirarlas, y le decían que estaban demasiado lejos, y él respondía, con sobrada razón: "Tienen que verse desde aquí, con el dinero que me están costando...".
5) Lo de "la mata que mata". No sé qué ministerio, o qué secretaría de Salud, o qué organismo de Estupefacientes, o qué otra autoridad perversa paga en las emisoras de radio un anuncio mentiroso e imbécil recitado por un niño con voz de niño imbécil, y escogido por eso, que dice: "No trafiques con la mata que mata". La coca, la amapola, la marihuana. Es mentira: no matan. Mata en cambio, sí, la prohibición de traficar con ellas, que hace rentable el tráfico. A esta obviedad responderá el Vicepresidente diciendo que el reto consiste en descubrir quién me financia a mí por decir estas obviedades contrarias a la doctrina del gobierno. Pero claro: me financia el dueño de SEMANA, que según José Obdulio Gaviria es el jefe de la oposición. Si el cerebro del régimen cree eso...
6) Y a propósito de estupefacientes: ¿Vieron ustedes al que fue jefe de eso, el recordado coronel Plazas Vega del Palacio de Justicia, emprenderla a patadas contra las madres y las viudas de los desaparecidos en aquella tragedia espantable? Los Plinios y los Yamhures verían la escena extasiados: "¡Qué hombre...!".
7) Esto va para largo.

El nuevo Pallomari


Daniel Coronell,

Revista Semana, Bogotá, mayo 16 de 2009


La justicia colombiana y la comunidad internacional deben velar por la protección del ex jefe de Contrainteligencia del DAS, capitán Jorge Alberto Lagos, quien ha empezado a destapar el alcance de la guerra sucia adelantada desde esa entidad contra la Corte Suprema de Justicia, líderes de la oposición y periodistas.
Lagos y su familia son blancos obvios de quienes buscan ocultar el uso criminal y político que miembros del gobierno le han dado a las herramientas de inteligencia del Estado.
Esta semana, Noticias RCN reveló que el capitán Lagos señaló ante la Fiscalía la identidad de algunos de los directos receptores de la información obtenida ilegalmente. Según su versión, él mismo le entregó reportes detallados de seguimientos al entonces consejero presidencial José Obdulio Gaviria; al secretario general de la Presidencia, Bernardo Moreno, y a otros dos asesores del Jefe de Estado.
Unas horas antes de la revelación -en una impecable entrevista conducida por Vicky Dávila- la ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, admitió por primera vez que las investigaciones, sin orden judicial, a magistrados de la Corte Suprema nacieron de una inquietud del Presidente de la República.
Los eslabones inicial y final de la cadena están a la vista: los seguimientos ilegales surgieron de una preocupación del Presidente, y los informes -algunos de los cuales ignoraba la propia directora del DAS- fueron entregados a altos asesores del mandatario.
Pero ahí no paran las coincidencias. Dentro del mismo plan, José Obdulio Gaviria filtró a medios de comunicación una fotografía en la que supuestamente aparecía el cuestionado empresario Ascencio Reyes en la posesión del fiscal Mario Iguarán. La conjura resultó deslucida porque el hombre que salía en la foto no era Reyes.
Las filtraciones eran parciales y sesgadas. Mientras trataban de poner en la picota a magistrados incómodos para el gobierno, soslayaban la información comprometedora de otros miembros de la rama judicial, considerados aliados incondicionales del Ejecutivo. Cuando todo esto se destape conoceremos, por ejemplo, las relaciones financieras entre Reyes y un tristemente célebre miembro del Consejo Superior de la Judicatura.
Embriagados por el exceso de poder, altos funcionarios de la Presidencia se aliaron con la mafia para desprestigiar a la Corte Suprema de Justicia y a sus contradictores.
Un resultado de esta asociación es la carta al Presidente de alias ’Tasmania’ con la que el gobierno intentó desacreditar la investigación de la para-política. ’Tasmania’ aclaró después que todo era un montaje contra el magistrado auxiliar Iván Velásquez. Detrás del plan estaban, según él, el abogado de alias el ’Tuso’, el ex senador Mario Uribe y Santiago Uribe, el hermano del Presidente. La carta fue recogida por Martha Leal, alta funcionaria del DAS, por orden que Bernardo Moreno le diera a María del Pilar Hurtado.
Otro tanto sucedió con las falsas retractaciones del hoy asesinado Francisco Villalba. La carta en la que retiraba señalamientos al Presidente por la masacre de El Aro resultó escrita por Chucho Sarria, el viudo de la ’Monita retrechera’. Mientras estuvo en la cárcel, Sarria tuvo contacto con el secretario jurídico de la Presidencia, Edmundo del Castillo, a través de una voluntaria llamada María Victoria Millán, compañera de grupo de oración del doctor Del Castillo.
Y eso sin hablar de la reunión con ’Job’, de la cual pronto se conocerán nuevos y reveladores antecedentes.
Son demasiados "hechos aislados" como para creer que ocurrieron por azar. El capitán Lagos tiene claves para empezar a armar el rompecabezas.
P.D.: Después de 17 años desaparece de El Colombiano la columna de Javier Darío Restrepo. La vida y el trabajo de Javier Darío son el mejor ejemplo del buen periodismo. Sus opiniones, siempre lúcidas, han sido una guía constante en medio de las tinieblas del unanimismo.